domingo, 15 de noviembre de 2009

Erik Satie



 
En 1889 Erik Satie tenía 23 años y acababa de componer las hoy tantas veces visitadas Gymnopédies: Satie era entonces un muchacho contemplativo que se había aficionado a estudiar canto gregoriano con el propósito de remontarse a los orígenes de la música. Una mañana de ese año, quedó absorto bajo las bóvedas ojivales de Notre Dame. Cuando volvió habían transcurrido varias horas y en la cabeza sonaban limpias las notas de lo que habrían de ser sus Ogives. A pesar del carácter mítico de esas cuatro composiciones, inspiradas en el canto llano, serían editadas sin renunciar al desenfado y el humorismo. Claude Debussy le definió como “músico medieval y dulce, perdido en este siglo”. Y él mismo declaró: “He llegado a un mundo muy joven en un tiempo muy viejo”. Como todos los que se extravían en el siglo en que les toca vivir Eric Satie fue un solitario. Hizo de su soledad un feudo incólume, de su independencia una empedernida convicción. Cuando murió, el 1 de julio de 1925, con el organismo destrozado por el alcohol y la suma de privaciones con que castigó su vida, sus amigos entraron por primera vez en la habitación de Arcuell y descubrieron, con asombro horrorizado, en una orgía de objetos cubiertos por el polvo, unas cuantas cajas de puros que contenían , cuidadosamente ordenados, más de cuatro mil rectángulos minúsculos de inmaculado papel, sobre los que el músico había caligrafiado meticulosas descripciones de paisajes imaginarios, inverosímiles personajes, dibujos, inscripciones burlescas, greguerías, palabras sueltas, inexistentes órdenes religiosas e imposibles instrumentos musicales. En uno de esos rectángulos se leía: ” me llamo Eric Satie, como todo el mundo”. Para escribir una frase como ésta, una de dos: o se tiene muy alta estima del género humano, o se tiene en muy baja estima a uno mismo. Tal vez Satie era del segundo grupo. Si no, no hubiera escrito: “Cuanto más conozco a los hombres, más amo a los perros”.(texto de Nicolás Ramiro).
Un ejemplo del humor de Satie.

LA INFANCIA DE KO-QUO
(Recomendaciones maternas)
I. NO TE BEBAS EL CHOCOLATE CON LOS DEDOS
Espera a que se te enfríe un poco.
¿Ves? Ya te has quemado la lengua.
-No, mamá: me he tragado la cucharilla.

Gnosiennes nº1 - Erik Satie